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Los libros digitales matarán a las librerías

ESPECIAL 70 AÑOS LT: VERDADES QUE YA NO SON

Pablo Marín, Sábado 21 de Noviembre de 2020, Culto LT.

Lector electrónico vs. libro impreso: ambos gozan actualmente de buena salud.

Hacia fines de la primera década del siglo, la aparición de Kindle y otros lectores electrónicos llevaron a entusiastas digitales a decretar la pronta obsolescencia del libro impreso y el consecuente declive del circuito libresco. Hoy, incluso con pandemia, no se ve que eso esté ocurriendo.

Robert Darnton: “Ya no se escucha gente anunciando la muerte del libro impreso”

Hasta los siglos II y III de nuestra era, observa el paleógrafo Guglielmo Cavallo, “leer un libro significaba normalmente leer un rollo”. Para entonces, ya circulaba gracias a los romanos el códice (codex), ese artefacto con páginas escritas por ambos lados que se cosían o pegaban por uno y se giraban por el otro, y que además podía tomarse con sólo una mano. Sin embargo, lo que se designaba como “libro” era un rollo constituido por papiros pegados unos a continuación de otros hasta sumar una veintena.

Considerados con la ventaja tramposa de la retrospectiva, estos libros de papiro asoman hoy poco prácticos y nada cómodos: se debían tomar con ambas manos, recogiendo por arriba y desplegando por abajo, y lo no normal es que armar una obra demandara varios rollos. Por estas y otras razones, como la difusión del cristianismo, el códice impuso sus términos. Tanto así, que nadie lo llama códice ni le da otro nombre que no sea “libro”. Que eso siga pasando a dos milenios de su invención, parece dar la razón a Umberto Eco cuando afirmaba que el libro, en su versión codex, “es como la cuchara, el martillo, la rueda y las tijeras: una que vez que se inventó, no se puede mejorar”.

De estas cosas, entre tantas otras, sabe Robert Darnton (Nueva York, 1939). Figura saliente de la historia cultural francesa, así como de la historia del libro y la lectura, el exdirector de las bibliotecas de Harvard (2007-16) tiene claro que se ha llamado “libro” a soportes muy distintos (de las tablillas mesopotámicas a los e-books), pero entiende que en el cotidiano usamos esa palabra para hablar de las hojas de papel unidas en el lomo, y no de otras tecnologías de lectura. Y porque entiende esto, entiende que cuando se ha hablado del “fin del libro” se habla de ese objeto antiguo y duro de matar, así como el circuito generado en torno suyo y que por lo pronto incluye librerías y bibliotecas, libreros y bibliotecarios.

Porque a este artefacto lo vienen “matando” hace rato: Marshall McLuhan dijo que los libros bajo el brazo serían reemplazados por cintas de video, en tanto que seminarios y conferencias sobre la “muerte del libro” comenzaron hace décadas, siendo el propio Darnton invitado a varios de ellos. Pero hoy le cuenta a La Tercera, vía Zoom desde la casa en la costa de Massachusetts donde ha pasado la pandemia, que desde harto antes del covid-19 no sabe de esas conferencias:

“Ya no se escucha gente anunciando la muerte del libro. No he visto eso por largo rato”, afirma el académico de Harvard y profesor emérito de Princeton. “¿Por qué? Porque hemos vivido con la revolución digital y está claro que los libros electrónicos, aunque aumentaron en número, ahora se han estabilizado. Probablemente usted lea en un Kindle, pero también lee libros impresos en papel”.

Ocurre, prosigue el autor de Censores trabajando, que “vivimos en un entorno diferente en el que tenemos tipos de comunicación muy diferentes, más que antes, y el libro clásico, el libro normal y corriente que se lee pasando las páginas y que ha existido desde el primer siglo de nuestra era, ha funcionado muy bien. Todavía está sano, todavía se está leyendo y se está publicando: los editores no se están arruinando, está sobreviviendo bien”.

Eso sí, sobrevive en interacción, compañía o competencia con muchos otros tipos de comunicación. Es un entorno más diferenciado, más complejo, dice Darnton, pero no uno que haya dejado obsoleto al libro impreso. No por nada,. “es uno de los inventos más grandes de todos los tiempos”. Por eso, cuando le recuerdan lo de las profecías acerca de su fin, muestra convicción: “Creo que hoy podemos decir, ‘No, el libro no murió’”.

En estos tiempos excepcionales, también para la lectura, ¿se ve tentado a hacer comparaciones con otros períodos u otras pandemias?

Una comparación es difícil. No sabemos cómo se está dando la lectura en estos días, así que podría hacer algunas suposiciones, pero no puedo probarlas. Mi intuición me dice que ahora hay más lectura que nunca. Las personas a menudo están aisladas y se están retirando de alguna manera a un mundo de lectura que habían descuidado. En algunos aspectos, pienso que la pandemia es un estímulo para la lectura, para diferentes tipos de lectura.

¿Y cómo ve los ámbitos asociados?

Por el contacto con los editores, sé que las editoriales siguen produciendo libros y que el negocio va bien. Ahora, es cierto que las bibliotecas en general están cerradas, que a veces puedes sacar libros de las bibliotecas si no entras. Las bibliotecas están haciendo un gran esfuerzo para dar a los lectores acceso a sus libros, aunque no pueda haber cientos de lectores en sus grandes salones. Y están las librerías, que no pueden tener gente entrando, que están semicerradas o restringidas. Hay grandes problemas, pero yo diría que, en general, la lectura se ha vuelto más intensa y, en cierto modo, más aislada. Hay grupos de lectura por todas partes. Yo pertenezco a uno, y tenemos reuniones virtuales.

Usted ha observado un “panorama de la información” en el cual nos las vemos todo el tiempo con bits de información de todo tipo. ¿Qué pierden ahí el libro y la lectura?

El tipo de cultura del libro de principios del siglo XX ha desaparecido, sin mencionar los del siglo XIX y antes. Hoy no sólo tenemos la radio y la televisión, sino todos estos medios sociales, y el resultado, creo, ha sido la fragmentación de los libros, así como de la información en general: ha sido cortada en pedacitos y consumida de una forma nueva.

Ahora bien, hemos tenido tipos particulares de información fragmentada durante siglos, pero la fragmentación actual es inquietante. Tengo un amigo que enseña literatura en la U. de Virginia. Me dijo que ya no puede dar la lectura de novelas de Henry James como tarea a sus alumnos, porque son demasiado largas: los libros son largos, las oraciones son largas, la capacidad de concentración de los estudiantes es escasa. El tipo de literatura que floreció en el siglo XIX y principios del XX ya no puede llamar la atención de los jóvenes. Eso me preocupa mucho.

Reorientaciones lectoras

El autor de Las razones del libro se hace el deber de insistir: que el libro siga en pie no significa que no haya males ni peligros. Hay muchos, piensa, y al principio de la lista hay una lectura que ocurre en lo que llama “silos”, tal como las estructuras para almacenar granos. “Si se está dentro de un silo, se está cerrado a otros tipos de información, y nos encontramos con que la población de EEUU está cada vez más encerrada en silos separados, y la información del exterior no puede llegar a estas personas”, plantea Darnton. Menos amenazante considera fenómenos como el del e-book.

Según datos de Good e-readers para agosto, las ventas de libros electrónicos crecieron este año por sobre el 50% en la literatura infantil y juvenil, mientras los libros de bolsillo subieron muy poco y los “tapa dura” incluso bajaron un 0,8%. ¿Será sólo la pandemia?

Desconozco la explicación, pero intuyo que, ahora que la mayor parte de la educación es en línea y la mayoría de los estudiantes se queda en casa, los padres deben mantenerlos ocupados, y una forma de hacerlo es regalarles un Kindle con libros adaptados para niños. En general, lo que uno ve son adaptaciones a las circunstancias, y nada podría ser más espectacular que el actual cambio de circunstancias para la mayoría de la gente. Uno pensaría que la producción de libros y los patrones de lectura se adaptarán a eso.

El sitio Todos Tus Libros empezó a vender el material de pequeños libreros, que así compiten con gigantes como Amazon. ¿Cómo ve este escenario?

No es algo que haya estudiado, pero me parece que hay demanda y, por supuesto, grandes empresas como Amazon intentan monopolizarla, aunque hay formas de sortear eso. La publicación de libros electrónicos a pequeña escala puede ser una manera de eludir la presencia monopólica de Amazon y que se desarrollen otras formas, como la autoedición: tengo muchos amigos que no publican libros comercialmente, sino que los ponen en línea.

¿Qué tan relevantes pueden ser hoy las bibliotecas?

No he estado en muchas bibliotecas chilenas (aun si he estado en algunas), por lo que debería hablar de EEUU. La biblioteca pública ha evolucionado acá de una manera muy interesante. Son centros neurálgicos: cada localidad, cada barrio tiene una biblioteca. En los sectores pobres de de Nueva York los estudiantes van allá tras salir de la escuela (prepandemia, por supuesto) y reciben ayuda con sus tareas. Los bibliotecarios son maestros, pero son más que maestros. Si usted es un inmigrante y necesita licencia de conducir, no va a la policía: va a su biblioteca. Si es una persona pobre que busca trabajo, ya no va a encontrar anuncios en el diario, así que va a la biblioteca de su vecindario. La biblioteca es uno de los pilares de la vida comunitaria.

La Feria del Libro de Santiago regresa en formato digital

A dos años de su última edición, la muestra de la Cámara Chilena del Libro se realizará entre el 1 y el 6 de diciembre en la plataforma filsavirtual.cl

Andrés Gómez, 11 de Noviembre de 2020, Culto La Tercera.

Regresa después de dos años. Suspendida en 2019 por los acontecimientos derivados del estallido social, la Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa) vuelve en modalidad online. Del 1 al 6 de diciembre se realizará Filsa Virtual 2020, encuentro que reunirá digitalmente a libreros, editores y distribuidores asociados a la Cámara Chilena del Libro.

Según informó el organismo gremial, la edición 39 de la feria se realizará a través de la plataforma filsavirtual.cl. De este modo los visitantes tendrán acceso a una amplia y diversa oferta de los expositores y, según los organizadores, podrán comprar de forma simple y segura desde cualquier punto del país.

Creada en 1980 para promover el libro y la lectura, la última edición de Filsa se desarrolló en octubre de 2018 en la Estación Mapocho. Ahora se traslada por primera vez al universo digital. La misma modalidad online adoptó este año el Festival de Autores de Santiago (FAS), de la Corporación del Libro y la Lectura.

Junto con el catálogo de libros, Filsa Virtual dispondrá también de un programa de actividades para niños, jóvenes y adultos, desde presentaciones de títulos, charlas y conversaciones a recitales de música y poesía.

Efecto crisis: Biblioteca Pública Digital triplica sus préstamos de libros

Desde el lunes aumentaron explosivamente las solicitudes en la plataforma gratuita, de 1.000 hasta 3.700 diarias. El ministerio adquirirá 1.800 títulos digitales nuevos.

Romina de la Sotta, Culto La Tercera, Viernes 20 de marzo de 2020.

La cuarentena escolar, decretada el domingo pasado como medida preventiva ante el Covid-19, sumada al cierre de las universidades y la reclusión de parte de los trabajadores en sus casas, provocaron un significativo aumento en el número de préstamos de libros de la Biblioteca Pública Digital (BPDigital).

“Hubo una gran explosión de préstamos esta semana. Sólo el lunes 15 tuvimos 2.380 préstamos, frente a nuestro promedio diario, que está en torno a los 1.000; el martes 16, hubo 3.728, y el miércoles 2.409. Vemos que la gente se ha encerrado en sus casas, aunque no se haya tomado oficialmente la medida de la cuarentena”, cuenta Salvador Young, encargado de Contenidos de BPDigital (bpdigital.cl).

Las cifras son decidoras: el domingo 224 personas se inscribieron en la BPDigital, y 1.160 el lunes. “Eso significa que hubo un aumento de un 418%”, dice Young. Y lo mismo sucedió con las visitas a la plataforma: el promedio diario fluctúa entre 1.500 y 2.000, pero el lunes contabilizaron 4.000 visitas, 5.700 el martes y 4.775 el miércoles.

Ello provocó, incluso, que el sitio se cayera en un momento, pero la suspensión duró menos de una hora. “Por supuesto aprendimos de esta experiencia y avisamos a nuestro desarrollador de plataforma para tomar los resguardos necesarios, y asegurar que el sistema siga funcionando en óptimas condiciones, dado el aumento exponencial en visitas y préstamos”, explica la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés.

Desde el lunes, los títulos más prestados son Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, El misterio de Salem’s Lot de Stephen King y La estación de las mujeres de Carla Guelfenbein. Entre los libros que se pueden descargar por período indefinido, están 1984 de Orwell y la Constitución de 1980.

“Es muy valorable que entre los más leídos haya un autor chileno, como Roberto Bolaño, dada la magnitud y alcance de su obra. El interés por la Constitución demuestra que el público busca sumarse al debate nacional sobre el proceso que se ha iniciado, y con 1984 de Orwell vemos que los grandes clásicos nunca pierden vigencia”, comenta la ministra Valdés.

La secretaria de Estado misma es usuaria de la BPDigital, y recuerda los dos últimos títulos que solicitó: La hermana menor, de la argentina Mariana Enríquez, el que le gustó tanto que luego lo compró. “El otro fue un libro de cocina para cuando pueda retomar ese gusto”, dice.

Nuevas adquisiciones

BPDigital es una plataforma que ofrece préstamo de libros y audiolibros digitales por 15 días renovables por 7 más, los cuales pueden leerse en computadores, tabletas y teléfonos móviles. Es la biblioteca que hace más préstamos del país, con un total de 393.890 el año pasado, y tiene 376 mil usuarios.

“Ahora más que nunca vemos la importancia de las herramientas digitales para el acceso a la cultura de manera democrática. La Biblioteca Pública Digital cuenta con más de 60 mil libros y 15 mil títulos diversos y para distintos públicos: desde niños hasta adultos, y es un servicio gratuito”, explica la ministra.

La nueva demanda que está experimentando la BPDigital como consecuencia de la contingencia sanitaria, motivó a la cartera a comprar inmediatamente una cantidad considerable de libros digitales. “ En concreto, estamos adquiriendo más de 1.800 títulos, distribuidos en casi 3.500 copias. Además de 25 títulos de revistas como National Geographic y Muy Interesante, entre otras”, adelanta.

Todos estarán disponibles desde el lunes 25 de marzo. Entre las novedades se incorporarán Weona tú podí, de la tuitera súper ventas Carmen Castillo y Nuestra parte de noche, la última novela de la argentina Mariana Enríquez, ganadora del Premio Herralde.

“La lectura en particular y la cultura en general pueden ser herramientas fundamentales en un proceso como el que estamos viviendo”, destaca la ministra.

LIBROS CON ESPERA

REPOSICIONES
Además de los títulos nuevos, la biblioteca contará con más copias digitales de títulos que tienen largas lista de espera de lectores, entre otros, Largo pétalo de mar de Isabel Allende, Serotonina de Michel Houellebecq, Kentuis de Samanta Schweblin, además de varios volúmenes de la saga Harry Potter.

LOS TÍTULOS MÁS PEDIDOS

LOS DETECTIVES SALVAJES
Roberto Bolaño. Una novela de poetas y carretera en México.

EL MISTERIO DE SALEM’S LOT
Stephen King. Un escritor, una casa y el terror en un pueblo de EE.UU.

LA ESTACIÓN DE LAS MUJERES
Carla Guelfenbein. La historia de cuatro mujeres se cruzan a lo largo de años.

Los libros de la furia: 10 editoriales independientes de Chile

Este fin de semana se realiza la Furia del Libro en el GAM. El encuentro literario gratuito que celebra una década, tendrá conversatorios acerca del cambio constitucional, la violación a los derechos humanos y contará con la presencia de más de 160 editoriales. Acá, contamos la historia de un puñado de ellas.

Javier García, Culto La Tercera, Sábado 21 de diciembre de 2019.

En 2009 se realizó la primera Furia del Libro en Santiago. Un hito de la producción editorial independiente que reunió por primera vez a cerca de 100 sellos locales. Emprendimientos elaborados a pulso, dirigidos por una o dos personas, donde sus creadores se fueron conociendo y también organizando. De esta manera, difundieron sus obras alcanzando mayor visibilidad y distribución. También han participado en ferias internacionales e incluso han logrado que sus libros sean vendidos en otros países.

A 10 años de la primera Furia del Libro, más de 160 editoriales independientes -30 de ellas extranjeras-, se presentarán este fin de semana (21 y 22 de diciembre), en el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, Alameda 227. La entrada es liberada.

Acá, quisimos destacar 10 editoriales nacidas en el país, teniendo en cuenta que en su catálogo mantienen obras que han recibido premios en diversos concursos chilenos o extranjeros, han sido destacados por la crítica y los lectores, e incluso han logrado realizar más de una edición de un mismo título. Además, les preguntamos a sus fundadores cómo ven el futuro del libro independiente. Estas 10 editoriales son Alquimia, Cuneta, Hueders, La Pollera, Montacerdos, Edicola, Laurel, Overol, Los Libros de la Mujer Rota y Kindberg.

Alquimia Ediciones

Nace en 2006, creada y dirigida por Guido Arroyo. Hasta hoy han publicado 86 libros. «Lo que caracteriza el catálogo de Alquimia es la predilección por publicar obras híbridas, que trabajen desde la frontera de sus géneros», comenta Arroyo cuyo slogan editorial es «Hacemos los libros que nos gusta leer». En su catálogo editan autores chilenos como Nona Fernández (Mapocho, Space invaders y Chilean Electric) y la poeta Elvira Hernández (Pájaros desde mi ventana) y destacan traducciones como Poéticas del caminar, de Henry David Thoreau y La caída de Roma, de Anne Carson. «Siempre pensamos los libros no para un nicho, sino buscamos un lector transversal sin perder rigurosidad», dice Arroyo y cree que es relevante «potenciar un ecosistema con más librerías en regiones o fuera de las comunas tradicionales de la Región Metropolitana», agrega.

Editorial Cuneta

Fundada en 2009, por el diseñador Arturo Aguilera (1984-2012) y el escritor Galo Ghigliotto, hasta la fecha han editado 50 títulos. «El nombre de la editorial ironiza con el apodo que reciben en Chile los productos falsificados que se comercializan de manera ilícita en las calles de la ciudad: cuneta», apuntan en su sitio web. La editorial está conformada de seis colecciones entre narrativa, poesía y traducciones. De autores chilenos han editado obras de Alejandra Costamagna (Naturalezas muertas), Marcelo Mellado (La Provincia), Raúl Zurita (El Sermón de la Montaña) y José Ángel Cuevas (Adiós muchedumbres). Mientras, que de creadores extranjeros han impreso títulos de Edmundo Paz Soldán (Trazados), César Aira (Yo era una mujer casada) y Mario Bellatin (El pasante de notario Murasaki Shikibu). Entre sus últimos trabajos de traducción está el poemario La performance de volverse humano, de Daniel Borzutzky, que obtuvo el Premio National Book Awards 2016. Este año el libro Rec, de David Bustos, ganó el Premio Mejores Obras Literarias, categoría cuento, del Ministerio de las Culturas.

Editorial Hueders

Nace en 2010, fundada por Marcela Fuentealba y Rafael López. Actualmente es dirigida por el periodista Álvaro Matus. Hasta la fecha han publicado 178 títulos. «Pienso que una característica de Hueders ha sido la amplitud de catálogo, el no remitirse a la literatura entendida como ensayo, novela y poesía, sino buscar libros de otros formatos», señala Matus. Entre los autores nacionales han publicado a Matías Celedón (El Clan Braniff), Paulina Flores (Qué vergüenza), Marcelo Mellado (Monroe), Lola Larra (Sprinters) y Germán Marín (Compases al amanecer). Y entre los extranjeros, de diversas latitudes, como César Aira (Eterna juventud), Rebecca Solnit (Wanderlust), Horacio Castellanos Moya (Cuaderno de Tokio), William Styron (Esa visible oscuridad) y William Burroughs (El ticket que explotó).

La Pollera Ediciones

Creada en 2011, por Simón Ergas y Nicolás Leyton, hasta la fecha han editado 40 títulos. «Dividimos las líneas de publicación en narrativa contemporánea, dentro de las que hay autores y autoras nacionales y extranjeros. Luego avanzamos en lo que llamamos rescate patrimonial, que se ha dado buscando textos inéditos y desaparecidos de autores consagrados chilenos. La tercera línea es la de traducción», dice Simón Ergas. Así es como en el ámbito nacional han rescatado trabajos de Marta Brunet (Crónicas, columnas y entrevistas), Rosamel del Valle (Eva y la fuga) y Carlos Droguett (El compadre), y editado a autores jóvenes como Andrés Montero (Tony Ninguno, Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2017) y Daniel Campusano (El sol tiene color papaya). En rescates internacionales mantienen los títulos La horrible lengua alemana, de Mark Twain y El talón de hierro, de Jack London.

«Lo interesante, por poner un hito, es a 10 años de la Furia del Libro, las editoriales independientes exportan, transan derechos de autor con agencias internacionales y publican escritores extranjeros en Chile», agrega Ergas.

Editorial Montacerdos

Nace en 2012, una iniciativa de los escritores Juan Manuel Silva, Diego Zúñiga y Luis López-Aliaga. Han publicado hasta el momento 40 títulos. El sello se ha dedicado a la producción de obras de autores nacionales y extranjeros contemporáneos. En los géneros de ficción y no ficción figuran los narradores nacionales Simón Soto (La pesadilla del mundo), Vladimir Rivera (Yo soy un pájaro ahora) y Nancy Guzmán (Romo, el pasado en presente). Mientras que algunos creadores internacionales que integran su catálogo son Federico Falco (Flores nuevas), Selva Almada (El viento que arrasa), Liliana Colanzi (La ola), Mariana Enriquez (Alguien camina sobre tu tumba), Sergio Galarza (Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre), Jazmina Barrera (Cuaderno de faros) y Juan Cárdenas (El diablo de las provincias). De sus traducciones figura un inédito en español Amistad, amor y matrimonio, de Thoreau, a cargo de Juan Manuel Silva.

Edicola Ediciones

Nace en 2013, creada por los editores italianos Paolo Primavera y Alice Rifelli. Un sello que opera en Chile como en Europa. Desde sus inicios han publicado 20 títulos en el país y 24 en Italia. «Quizá la única diferencia es que ambos somos inmigrantes. En Chile publicamos además de autores chilenos también italianos y europeos, y en Italia traducimos autores chilenos y latinoamericano», cuenta Paolo Primavera. «Nos interesa mucho dar a conocer la producción de las sociedades donde vivimos», añade quien ha residido varios años en Santiago. En su lista de impresos han publicado en italiano títulos como Al sur de la Alameda, de Lola Larra (A sud dell’ Alameda, diario di un’occupazione, Premio Andersen 2019), De perlas y cicatrices, de Pedro Lemebel, Hermano ciervo, de Juan Pablo Roncone, Kramp, de María José Ferrada, Space invaders, de Nona Fernández y poemarios como La bandera de Chile, de Elvira Hernández.

Laurel Editores

Nace en 2014, fundada por Andrea Palet, Pablo Larraín, Angélica Bulnes y Andrea Vial, «con el ánimo de publicar ficción literaria, crónica y ensayo de calidad», como señalan en su sitio web. Hasta el momento han publicado 34 títulos. De los autores nacionales tienen en su catálogo a Daniel Villalobos (El sur), Álvaro Bisama (Caja negra), Isabel Bustos (Jeidi) y Gonzalo Eltesch (Colección particular). Suman en su lista de títulos varios nombres latinoamericanos como los argentinos María Gainza (El nervio óptico) y Sergio Bizzio (Rabia), la peruana Claudia Ulloa (Pajarito) y la uruguaya Inés Bortagaray (Prontos, listos, ya). Igualmente tienen obras traducidas como la novela Química, de Weike Wang o The Economist: 100 obituarios, de Keith Colquhoun y Ann Wroe.

Ediciones Overol

Creada en 2015 por Daniela Escobar y Andrés Florit. Hasta hoy han publicado 42 títulos, en los que figuran poesía, narrativa y obras con trabajos visuales, además de libros de ensayo y conversaciones como Lenguaje, mundo, traducción, una entrevista a Andrés Claro. «Nos gusta pensar la editorial como un taller. Poner en circulación textos nuevos que requieren una labor atenta y artesanal que difícilmente podrían tener en editoriales más grandes. A su vez, pensamos que es importante crear contenido, sin limitarnos a un género», comentan Escobar y Florit. Entre los autores nacionales han publicado a Bruno Lloret (Leña), Mario Verdugo (Arresten al santiaguino!), Yosa Vidal (Los multipatópodos, Premio a la Edición de la Cámara Chilena del Libro 2018) y Andrés Anwandter (materia gris). De las voces extranjeras, han editado las obras de la poeta argentina Cecilia Pavón (Fantasmas buenos), la peruana Carmen Ollé (Por qué hacen tanto ruido), hasta las estadounidenses Octavia E. Butler (Parábola del sembrador) y Susan Howe (Silencio pitagórico). Sobre el futuro editorial comentan Daniela y Andrés: «A nivel de políticas públicas, vemos que falta una mayor alineación en el ámbito de la educación y de la cultura para mejorar la formación lectora del país, sobre todo en el plano de la poesía, que en Chile continúa siendo más prestigiosa que leída», subrayan.

Los Libros de la Mujer Rota

Nace en 2015, fundada por la escritora Claudia Apablaza y el editor Jorge Núñez. Hasta la fecha han editado 27 títulos en su mayoría narrativa y ensayo contemporáneo. «El catálogo editorial nace con una fuerte impronta crítica, desde nuestro primer libro, Pirotecnia, de la boliviana Hilda Mundy, feminista, indigenista y vanguardista, nos interesó hacer el cruce y un diálogo entre buena literatura y un pensamiento crítico», comenta Apablaza. De los autores nacionales están presentes en su catálogo Arelis Uribe (Quiltras) y Richard Sandoval (Tanto duele Chile) y Elisa Alcalde (No corresponden). De los nombres extranjeros han impreso obras de Tao Lin (Nadie sabe por qué estamos aquí), Noah Cicero (Cuán paranoico puedo volverme esta noche) y Marina Mariasch (Estamos unidas). Ante el presente y lo que viene reflexiona Apablaza: «Creo que con el estallido social se está haciendo una especie de revisión y toma de consciencia de los propios catálogos y pensar qué tanto podemos aportar desde la literatura a este momento histórico que estamos viviendo».

Editorial Kindberg

Fundada en 2015 por la editora española Arantxa Martínez, quien vive en Valparaíso, el nombre del sello tiene su origen en el cuento Lugar llamado Kindberg, de Julio Cortázar. Hasta la fecha han sacado 9 libros. «Kindberg tiene un perfil muy definido: solo se publican novelas escritas en castellano o excepcionalmente obras de algún autor que ya esté en el catálogo. El ritmo de publicación es lento porque como soy solo yo en la editorial me tomo el tiempo necesario para poder acompañar bien cada libro», cuenta Arantxa Martínez. «También la estética de Kindberg está muy clara: el diseño editorial corre a cargo de Sebastián Paublo y casi todas las ilustraciones son del artista Renato Órdenes», agrega.

En Kindberg han publicado el elogiado título de la autora María José Navia, Kintsugi, y han realizado apuestas recientes como Maivo Suárez (Sara). En su lista figuran creadores extranjeros como el argentino Sergio Chejfec (La experiencia dramática), la mexicana Laia Jufresa (Umami) y el español Enrique Vila-Matas (Perder teorías). Sobre el futuro, su creadora señala «más que una opinión, un deseo»: «Ojalá con todo lo que está ocurriendo la gente se lance a leer más y a consumir menos, y así las editoriales independientes puedan autosustentarse sin tener que pasar por la vara del financiamiento público».

Negocio redondo: la piratería del libro en Chile

Este año se han incautado casi 8 mil copias ilegales, cantidad similar a la decomisada por la PDI en 2018. Los libros de Jorge Baradit lideran las obras más falsificadas. El gremio editor no cuenta con un plan conjunto para enfrentar el problema.

Javier García, Temas de hoy La Tercera | El libro pirata, Miércoles 22 de mayo de 2019

El escritor Jorge Baradit (49) camina por el Paseo Ahumada. A unas cuadras, en el suelo, vendedores ambulantes ofrecen libros piratas. En su mayoría, son los títulos más vendidos del momento. Entre esos volúmenes está Historia secreta de Chile. La trilogía aparecida en 2015 se ha transformado en un fenómeno editorial con más de 300 mil ejemplares facturados ($ 3 mil millones). En un momento, tres vendedores informales reconocen a Baradit. Uno dice: “Cacha, cacha, es el Baradit”. El segundo comenta: “¿Qué tanto viene a sapear ese loco?”. Y el tercero enfrenta al autor y le grita: “¡Tu libro ya ni se vende, anda a escribir otro que necesito cambiar la tele!”.

La situación que vivió el narrador chileno, que él mismo cuenta y cuyas obras son las más falsificadas en los últimos tres años, según cifras de incautación de la PDI, no es inusual. Es más, grafica el problema.

Un lugar que se reitera como punto de venta de libros falsificados, además del Paseo Ahumada en Santiago, es el sector de locales en la vereda de calle San Diego, casi al llegar a la Alameda. En aquellas cuadras el propio Baradit es uno de los más requeridos.

¿A qué obedece este fenómeno? ¿Son caros los libros en Chile? ¿Es el 19% del IVA al libro una barrera para adquirir literatura legalmente? ¿Cuáles son los autores más pirateados del mercado?

Según la última Encuesta de Comportamiento Lector (2014), el 63% de la población prefiere, en su tiempo libre, ver televisión, luego un 46% opta por escuchar radio o música. Recién en el séptimo lugar, los chilenos dijeron que eligen “leer libros” en su tiempo libre, con un 16%.

El precio promedio de una copia pirata es de $ 4 mil. Los títulos de Historia secreta de Chile, editado por Sudamericana, del grupo Penguin Random House, cuestan $ 10 mil cada uno. Hoy los ejemplares falsos de Baradit se ofrecen a $ 3 mil cada uno; dos por $ 5 mil y los cuatro, o sea, la trilogía más La dictadura (2018) a $ 10 mil. El pack significa que, por el precio de un libro legal, se puede llevar 4 libros falsificados.

“Es un error considerar a la piratería como una forma de justicia social”, comenta Baradit. “La verdad es que el empresario pirata es un explotador que no le paga a nadie por su trabajo, ni al escritor, editor, corrector, ilustrador, diseñador… Además, mantiene a un vendedor precarizado en la calle expuesto a la detención por delito”, agrega.

Una investigación internacional de 600 páginas, que hace un mes llegó a librerías y aún está en los rankings de las obras más vendidas, es Sodoma (Roca), de Frederic Martel. Su precio de venta es de $ 16 mil. La copia ilegal está en el mercado a $ 5 mil.

Un longseller que no puede faltar en la mercadería de un vendedor de libros ilegales es la saga de novelas fantásticas de Harry Potter, de J. K. Rowling. Cada volumen pirata cuesta $ 4 mil. En librerías, los ejemplares editados por el sello Salamandra valen $ 12 mil.

En lo que va de este año, la Bridepi (Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual), de la PDI, ha incautado en el país más de 7.600 libros piratas. La cantidad es similar a la decomisada durante todo el 2018, que ascendió a 8.338 títulos.

“En lo que va del año, llevamos unas 5 o 6 querellas, mientras que también hemos presentado otras 5 o 6 denuncias escritas directamente en la Bridepi (PDI) o en el Ministerio Público, con el fin de dar inicio a la investigación”, señala Hernán Torres, abogado y jefe de asuntos legales de la editorial Penguin Random House.

Un 40% del total de libros pirateados corresponde a títulos de este grupo editorial, el con mayor presencia en el mercado local. Le sigue con un 30% el grupo Planeta, que mantiene en su catálogo las obras de autores nacionales como Francisco Ortega, José Maza y Pilar Sordo, así como la colección de cómic Gravity Falls. Todos han pasado por la imprenta pirata.

“Yo no firmo libros piratas, los tiro para un lado y explico que eso es un robo y que no voy a autentificar un robo”, dice el astrónomo José Maza, quien ha vendido 70 mil copias con sus libros Somos polvo de estrellas (2017), Marte (2018) y Eclipses (2019). “Los castigos para la piratería son ridículos. Si la policía quisiera podría llegar a las imprentas. Yo tengo dos versiones piratas de mi libro”, agrega el Premio Nacional de Ciencias 1999.

¿A cuánto asciende la pérdida económica anual por concepto de piratería? En países vecinos como Perú, la industria ilegal mueve al año unos 150 millones de soles ($ 30 mil millones), según la Cámara Peruana del Libro. En Argentina, las pérdidas anuales fluctúan entre los US$ 150 y 200 millones, según la Cámara Argentina del Libro. En nuestro país “lamentablemente hoy no disponemos de cifras actualizadas que responsablemente pudiéramos entregar”, señala Eduardo Castillo, presidente de la Cámara Chilena del Libro.

Lo que sabemos es que en relación a un libro original de un precio promedio de $ 12.000, al falsificador le cuesta $ 600 la producción (papel, tinta, impresión). Ya con el libro pirata en mano, lo vende a $ 1.500. Luego, la venta a público quedará en $ 4.000.

Bestsellers a la calle

La lista de los autores chilenos más pirateados, en el período 2017 y 2019, la integran Jorge Baradit, Isabel Allende, José Maza, Hernán Rivera Letelier, Francisco Ortega y Pablo Simonetti (ver infografía).

pirateria

“La piratería es nefasta. Quienes participan de ella se enriquecen a partir de la inspiración, el esfuerzo, la dedicación y el rigor de otros. De toda la cadena de elaboración de un libro, el eslabón más vulnerable es el escritor”, comenta Pablo Simonetti, cuya novela Madre que estás en los cielos (2004) es un hit de la cuneta. “En Chile jamás ha existido una política pública que permita enfrentar este problema y no entiendo muy bien qué intereses podría tener el poder político como para proteger a una banda de ladrones”, añade.

El ranking internacional de libros piratas lo lidera Edith Eger con su testimonio La bailarina de Auschwitz. En ventas legales ha facturado 20 mil copias (equivalente a $ 298 millones).

En la lista pirata continúa el escritor Paulo Coelho con El alquimista (1988) y Hippie (2018). Después sigue Los amantes de Praga, de Alyson Richman; Origen, de Dan Brown; Bajo la luna de Hawái, de Barbara Wood y Harry Potter, de JK Rowling.

En calle San Diego, incluso afuera de las oficinas de editorial Océano, que ha distribuido durante años los libros de la saga del joven mago, se venden los Harry Potter falsificados.

“Creemos que el daño ocasionado al rubro editorial es irremediable en el corto plazo, sin una política efectiva de control y fiscalización es imposible erradicarla”, dice Daniel Rodríguez, gerente comercial de editorial Océano. “Si bien participamos como socios de la Cámara Chilena del Libro, hoy no existe un plan en conjunto con acciones legales para combatir la piratería”, agrega.

El subprefecto Marco León, jefe de la Brigada de Delitos de Propiedad Intelectual (Bridepi), de la PDI, conoce el negocio de la piratería. De entrada dice que “la condena es muy baja y en su mayoría son pagos de multa, y el valor de la multa va en directa relación con lo incautado. Por lo general las mismas personas que cometen los delitos son reincidentes, ya que este es un negocio muy lucrativo”.

Las multas deberían fluctuar, dependiendo del monto del perjuicio, entre 5 UTM ($ 241.500) y 1.000 UTM (más de $ 48 millones), hasta penas de cárcel. Pero “cuando se produce la incautación, generalmente, no es todo el material. Es como los supermercados, que consideran esta merma mensual de pérdida, lo mismo los piratas”, agrega el detective, quien está al tanto que esta semana llega a librerías la última novela de Isabel Allende, Largo pétalo de mar (Plaza & Janés). También sabe que muy pronto la copia falsa del libro se ofrecerá en la calle.

“Hay muchas imprentas clandestinas que se dedican a la producción de bestsellers como los libros de Isabel Allende. Hoy están en boga los libros del señor Baradit. Lo que pasa que no están detectados todos los puntos porque las imprentas rápidamente distribuyen. Cada dos meses estamos en algún punto estratégico que nos va a significar unos 5 mil libros incautados”, señala Marco León y comenta que la PDI trabaja con las editoriales “que son las directas afectadas”.

Otros sectores de venta ilegal, en Santiago, son los alrededores de la Estación Central y las calles aledañas al Paseo Ahumada. “Actualmente hay una sofisticación en la elaboración. Hace 10 años el libro era de mala confección, se salían las hojas, o de la página 86 se saltaba a la 90, o las letras comenzaban a desaparecer porque se les acababa la tinta. Hoy los tipos han superado esa barrera. Incluso las portadas las hacen con un sistema offset de buena calidad”, señala, y como una mala broma cuenta que “hay personas que han ido a reclamar por un libro falso al Sernac”. A pesar de los avances, igualmente, los libros piratas son de mala calidad.

Para el jefe de la Bridepi, una de las soluciones al delito está en penas más severas. “El Congreso tendría que promulgar una condena más fuerte, este problema no solo afecta a la industria nacional, sino al Estado de Chile que deja de percibir impuestos. Mejorar la legislación sería una buena solución y realizar campañas”.

Marcelo Díaz, diputado PS, miembro de la comisión de Cultura del Congreso dice: “Yo no soy partidario de la piratería, pero creo que hay incentivos para que se pirateen los libros. Primero, el precio prohibitivo que los libros tienen en Chile, que tenemos el IVA más alto de América Latina. Y las multas no parecen ser un disuasivo… Quizá lo que falta es mayor fiscalización y bajar el impuesto del IVA del libro”.

El IVA en otros países: de Japón al Reino Unido

En 1976 se instauró el IVA al libro en Chile, el más alto de Hispanoamérica. Según una encuesta de la Asociación Internacional de Editores y la Federación Europea de Editores de 2015, en países de América Latina como Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, Colombia, Uruguay, Ecuador y México, estos mantienen un 0% de IVA al libro. El Reino Unido elaboró la política de acuerdo del precio fijo al libro hace más de un siglo (representa el 15,7%). En otros países el impuesto al libro es mucho más bajo que en Chile. Por ejemplo, EEUU 7%, Francia 5.5%, Japón 5%, España 4%, Italia 4% y Suiza 2%. El más alto es Dinamarca que aplica un IVA de un 25%. El promedio de IVA a los libros en el mundo es de un 5,75%.

«Los castigos son ridículos. Si la policía quisiera podría llegar a las imprentas»

JOSE MARÍA MAZA, Autor de Marte y Eclipses

19%

es el valor del IVA al libro en Chile, el más alto de Hispanoamérica.

40%

es el porcentaje del total de libros pirateados que corresponden a obras de Penguin Random House.