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Opinión: «Librería popular»

«Librería popular»

Carta publicada en el diario La Tercera el Domingo 10 de febrero de 2019

Señor director:

El alcalde de Recoleta ha inaugurado una librería popular para los habitantes de su comuna. Independiente de las objeciones sobre el fomento a la lectura que significa una rebaja en su precio -dado que, como algunos estudios han mostrado, el precio tiene una incidencia marginal en el aumento de los lectores-, sorprende que una medida como la anunciada se presente como una iniciativa que busca combatir el libre mercado.

Lo anterior, porque rebajar los libros con cargo a fondos municipales es una medida marcadamente individualista y que debilita instituciones comunitarias, como el uso de las bibliotecas públicas.

Causa extrañeza que, mientras Providencia y Las Condes cuentan con bibliotecas municipales de excelencia a pasos del Metro, que reciben gratuitamente a vecinos, incluso de todo Santiago, Recoleta proponga vender libros y renunciar a crear espacios de lectura sociales para sus vecinos, y quizás también para sus comunas aledañas.

Si se trata de proveer bienes públicos gratuitos y de calidad para los lectores, pareciera que los municipios de Providencia y Las Condes llevan la delantera.

Felipe Bravo Alliende

Opinión: «Recoletras»

Jueves 7 de febrero de 2019, Correo La Segunda

«Recoletras»

Señor Director:

La columna de Fernando Claro V. a propósito de “Recoletras”, publicada ayer, es una caricaturización tosca, orientada a despotricar contra el tan temido y trillado fantasma del “monopolio estatal”. La tesis del autor pretende asentar la idea de que la instancia del alcalde Jadue será el apocalipsis de las librerías privadas. Me gustaría preguntarle al señor Claro V. si sabe cuál es el grado de competencia editorial, considerando que el consorcio Penguin Random House es un verdadero coloso mundial, dueño de los sellos Aguilar, Alfaguara, De Bolsillo, Lumen, Sudamericana, Vergara, y otras. Si dicho consorcio se restó de “Recoletras” aduciendo la falta de competencia o la lamentable posición de los libreros, ¿qué tanto les preocupa? En segundo término, en las así llamadas “comunas periféricas” prácticamente no existen librerías, salvo las ubicadas en los malls, donde los libros se venden a precio de oro. Aun asumiendo que una rebaja en el precio de los libros no generará, per se, un aumento en cantidad de ventas, ¿acaso no es positivo que el chileno promedio pueda acceder a un libro a un precio razonable? ¿No es una externalidad deseable?

El tono lastimero de la columna omite flagrantemente que las actuales fallas de mercado de Chile no han sido provocadas por el Estado, sino que más bien por su ausencia regulatoria o empresarial. El punto relevante del asunto no radica en mirar con “nostalgia” al pasado estatista; se debe aceptar, de una buena vez, que no existe competencia real en casi ningún mercado de nuestro país y que urge efectuar correcciones en aras del bienestar de la población y de disminuir un coste de vida elevadísimo y ridículo.

Nicolás Medina Cabrera.

Opinión: «IVA en los libros»

Carta publicada el Miércoles 6 de Febrero de 2019 en el diario El Mercurio

«IVA en los libros»

Señor Director:

En el debate sobre las librerías populares se han dado a conocer los costos de los libros y quién los asume, apareciendo recientemente en ese medio el IVA.

En esta materia, cualquier iniciativa para eliminar ese impuesto significará que el fisco tendrá que devolver al vendedor el valor del crédito fiscal que le generan los pagos de las importaciones o insumos de su edición en Chile. De no ocurrir así, el vendedor o librero asumirá ese costo traspasándolo irremediablemente al precio.

Franco Brzovic González
Abogado

Opinión: «Librerías populares»

«Librerías populares»

Carta publicada en Las Últimas Noticias el Miércoles 6 de febrero de 2019.

La venta de libros en librerías populares a menor precio debido a que no tienen fines de lucro causa grave daño a las pequeñas. Creo que se debe considerar un importante hecho: las obras están gravadas por el 19% del IVA en su venta al público, sin perjuicio de que el autor ya canceló a la imprenta también un 19% por igual concepto, impuesto a bienes o servicios y a su vez nuevamente al entregarlo al librero para su venta. O sea un 57 % sobre el mismo objeto, con lo que lo encarece, valor que finalmente costea el lector. Una solución sería eliminar dicho gravamen.

Luis Villagra Reveco

Opinión: «Libros, lucro y piscolas»

«Libros, lucro y piscolas»

Miércoles 6 de febrero de 2019, Fernando Claro V., Opinión La Segunda

“La polémica de la «librería popular» es análoga a las viejas añoranzas del Chile pasado, con la CTC e Iansa en manos del Estado”.

La polémica del verano llegó con los libros, y trae dos novedades. La primera, urgente: por fin se habló de libros y lectura en vez de lucro y copago. La segunda, interesante: primera vez que gente del ambiente cultural está del lado de «los malos». Los libreros fueron acusados de lucradores —duró poco la fiesta sin el diablo— y se defendieron.

Sobre los «libros caros», ya se ha dicho bastante: el problema en Chile no son los libros, sino que los lectores. «Kafka, Carrère o Capote valen en cualquier librería $8.000; o sea, dos combos de McDonalds», dijo la librera Macarena Fernández. Qué decir sobre el precio y cantidad de conciertos, como señaló Gonzalo Oyarzún; el desorbitado aumento en idas al cine; y el gasto semanal en cervezas y piscolas. ¿En Chile no se compran libros porque valen en promedio 11 mil pesos? Si hubiera ganas de leer, simplemente se leería más —lo que además bajaría los costos, por cuestiones de tiraje—.

La polémica de la «librería popular» —una librería estatal-municipal que vende libros a precios subsidiados— es análoga a las viejas añoranzas del Chile pasado, con la CTC e Iansa en manos del Estado. Son imágenes cargadas de nostalgia, pero que evocan un pasado desgraciadamente ineficiente y monopólico, en el que primaba evitar conflictos y ganar votos. Por eso había grandes sueldos, pero malas líneas de teléfonos. Y por eso plantas azucareras a orillas del lago Llanquihue, confundiendo remolacha con salmones (la idea era estar al medio de un campo, no de agua). En esas empresas se evita el choque, como si la vida no estuviese hecha de choques, y ningún sujeto paga los errores. Sólo los chilenos, día a día, con nuestros impuestos. Esta es la regla en las empresas estatales, y cuando no, es la excepción. Y como las políticas públicas se hacen en base a reglas y no excepciones —cuestión que muchos no quieren entender— estas empresas son una mala idea.

A eso se suma otro problema, y peor, que aparece con los «precios subsidiados». Como bien dijeron los libreros, si al lado les ponen una «librería popular», en pocos días, morirán. Y lo que es peor, si alguno estaba pensando «instalar una librería en Copiapó, mejor no lo ha[ce] porque el alcalde puede poner una librería popular al frente y [lo] saca del mercado», como dijo Pablo Dittborn. Listo, se liquidó el mercado. En el largo plazo no habrá librerías y quedará sólo la municipal, obviamente dirigida por el alcalde. Me imagino las glamorosas ediciones del Manifiesto Comunista o los discursos de Chávez en Recoletras, miles de ejemplares de «La revolución silenciosa» en Las Condes, o una esotérica reedición de «Todo… está en ti», de Gerardo Rocha, en Maipú.

Dittborn sentenció: «El alcalde Jadue dice que agrandó el sistema de librerías del país, pero en realidad lo frustró». Linda idea la de condenar a los lucradores, como siempre.